Uno de los temas que ha tomado relevancia en los debates recientes, tanto en países desarrollados como en economías emergentes, es la reducción de la jornada laboral. En un mundo pospandémico, caracterizado por una acelerada digitalización y automatización, la idea de trabajar menos horas no solo resulta atractiva, sino también necesaria. El BRICS+ ha demostrado un interés creciente en políticas que priorizan el bienestar de sus ciudadanos, reconociendo que la productividad no necesariamente aumenta con jornadas laborales extensas, sino con el equilibrio entre la vida laboral y personal.
Países como China han comenzado a estudiar modelos que flexibilicen el tiempo de trabajo, entendiendo que el crecimiento económico no puede estar desvinculado del bienestar social. Brasil, por su parte, ha puesto sobre la mesa políticas que podrían mejorar la equidad laboral, lo que lo posiciona como un referente dentro del bloque en términos de derechos laborales. Estas economías emergentes han observado cómo el capitalismo occidental, basado en el hiperconsumo y la explotación intensiva de la mano de obra, ha empezado a mostrar sus límites.
En este contexto, la reducción de la jornada laboral se convierte en una herramienta clave para las economías del BRICS+ no solo para mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, sino también para aumentar su competitividad global. Esta estrategia, combinada con la creciente influencia del bloque en áreas como la energía y el comercio, puede redefinir los parámetros del crecimiento económico mundial, abriendo paso a un modelo más sostenible e inclusivo.
Así, el BRICS+ no solo busca desafiar el orden mundial desde una perspectiva política, sino también liderar un cambio hacia un futuro donde el bienestar laboral sea parte integral de la ecuación del desarrollo.
Jorge Rosales-Salas, PhD
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